martes, 23 de noviembre de 2010

LA MAGIA DE CHARTRES


Han pasado ya tres meses desde mi visita y, sin embargo, la llamada de Chartres sigue ahí en mi mente, atravesando el tiempo y el espacio. Porque eso es lo que tiene su catedral, su atemporalidad, su capacidad de absorber a todo aquel que cae hechizado sin remisión por su magia.
Sé que no existe la casualidad, por eso me veo en la obligación de seguir con este asombroso viaje. Hace unos días contacté con unos nuevos y maravillosos amigos cuyo entusiasmo por la alquimia es tal que me he sentido atraída hacia ese mundo que, un poquito de él se encuentra en esta maravillosa catedral.
Consideradlo un pequeño homenaje desde aquí con todo el cariño del mundo.

UNAS PRECIOSAS VIDRIERAS


Lo primero que nos llama la atención en la catedral de Chartres son sus asombrosas vidrieras donde podemos encontrar todo tipo de símbolos, desde diferentes profesiones, a signos zodiacales.
Datan del siglo XIII y, en estas fechas, la catedral fue lugar de peregrinación obligada por los intelectuales más importantes. Entre las profesiones que aparecen están los escultores y los farmacéuticos.
Pero no debemos olvidar una vidriera dedicada a María Magdalena que, como es conocido por muchos, tuvo un culto especial en Francia.



EL SÓTANO DE LA CATEDRAL

Si visitas la catedral, no pierdas la oportunidad de ver los sótanos. Hay que comprar las entradas en una pequeña tienda de la bonita plaza donde se encuentra ubicada y hay un guía que te lleva por gran parte del laberinto que forman las numerosas criptas que allí se encuentran.
Es un pequeño pero inquietante viaje hacia otras épocas donde el culto a Isis era clandestino y se realizaba en los sótanos de las catedrales. No es de extrañar que allí se encuentre la que hoy se llama "Notre Dame sous terre" o lo que es igual, Nuestra Señora bajo la tierra que no es más que una reconstrucción de una antigua estatuilla de Isis, ahora ya, cristianizada.
Se pueden apreciar bóvedas celestes e incluso algunos signos que no logro adivinar debido al estado tan deteriorado de muchos de ellos.


No es fácil atravesar estos pasillos sin sentir un escalofrío a la vez terrible y agradable donde el tiempo se detiene y donde la espiritualidad cobra fuerza sin que nada pueda hacerse más que dejarse llevar por ese fluir de energía que nos lleva un poco más cerca de nosotros mismos.





Y después, cargados de misticismo y enormes ganas de aprender, de retenerlo todo, de saber más y más de aquellos ritos ocultos que debieron suceder entre estas paredes, es obligado respirar una brisa fresca que nos sumerge entre las calles de Chartres donde todo se detiene y "sin embargo, se mueve".